
(Traducción de Gonzalo Soaje, gonzalosoaje@ignaciocarreraediciones.cl)
Las sanciones integrales que Estados Unidos y Occidente han impuesto a Rusia nos llevan a un mundo completamente nuevo. Las sanciones son multidimensionales, pero la más importante es el “congelamiento” de las reservas de divisas rusas, lo que el presidente Biden llamó el fondo de guerra de $630 mil millones de Putin en su cuenta pública [del 1ro de marzo pasado]. Esta acción significa que todos los contratos económicos anteriores entre Rusia y Occidente son inválidos. La cifra de Biden probablemente fue exagerada en 50 por ciento, pero la cifra precisa no importa. Es el principio lo que cuenta.
La anulación efectiva de los contratos es el gran golpe, una bomba de hidrógeno en lugar de una bomba atómica, un arma de destrucción financiera (ADF) de 50 megatones. Sin molestarse en anunciarlo, Estados Unidos y sus aliados han trabado los engranajes de importantes sectores de la economía mundial. Están subestimando gravemente las consecuencias. Sorprendentemente, hicieron esto en el contexto de una crisis mundial en las cadenas de suministro. Esto está a punto de empeorar mucho más.
Entre las piezas de dominó que caen: el 30 por ciento de las exportaciones mundiales de trigo ahora están cortadas. Las exportaciones de fertilizantes de Rusia —18 por ciento del mercado de potasa, 20 por ciento de las exportaciones de amoníaco— están fuera del mercado. Los precios de la energía se han disparado. Un Estados Unidos repentinamente bipartidista ha impuesto una prohibición (en su mayoría simbólica) a las importaciones de petróleo ruso. La administración Biden ha insistido en que no quiere disminuir los suministros mundiales de petróleo y gas, pero, grosso modo, el efecto de sus sanciones apunta fuertemente en esa dirección.
Nadie sabe cuál será la reacción de Rusia a las sanciones, aunque hay indicios. Si el fondo fiduciario ruso puede expropiarse a voluntad, ¿qué significa para las empresas rusas vender bienes por dinero en efectivo? En el enfrentamiento emergente, hay mucho debate sobre lo que Occidente está dispuesto a comprar, poca atención a los términos en los que los rusos están dispuestos a vender, si es que están dispuestos a vender. Están en condiciones de imponer costos asombrosos a Occidente como represalia. Lo más probable es que hagan algo de eso, tal vez mucho de eso. Sin embargo, gran parte de la disfunción, como el caos en los mercados de productos básicos derivado de los impagos, deriva de la situación creada por el uso de la ADF por parte de Occidente.
Cuando el 5 por ciento de la producción de la OPEP se retiró de los mercados mundiales en 1973 y 1974, los precios del petróleo se cuadruplicaron. Eliminar el 30 por ciento de los cereales comercializables y el 20 por ciento de los fertilizantes tendría efectos similares. No sabemos cuántos cientos de millones de personas quedarán fuera del mercado de cereales tras el uso reciente de la ADF. Tal vez uno de los liberales humanitarios entusiasmados por las sanciones pueda decírnoslo.
Los gobiernos occidentales tomaron estas medidas en un ataque de indignación. Se arrepentirán de haberlo hecho. Lo hicieron con poca o ninguna atención a las posibles consecuencias. Sus funcionarios ahora están salivando por el terrible daño que han infligido a la economía rusa, pero es casi seguro que estas ADF demostrarán ser la madre de todas las heridas autoinfligidas. También es casi seguro que no sacarán a Putin de Ucrania o del poder.
Otros pueblos sufrirán más, pero básicamente nos hicimos esto a nosotros mismos. La administración Biden no tenía que quemar el sistema financiero con un soplete en respuesta a la invasión rusa de Ucrania. Pero lo ha hecho. Y ahora no tiene un camino diplomático para volver del precipicio.
Necesitamos una evaluación clara de las fortalezas y debilidades en la lucha que se avecina. Ese conflicto enfrenta no solo a Rusia contra Occidente, sino también a Rusia y China contra Occidente. Putin, parece seguro, le dijo a Xi lo que pretendía hacer. En la larga declaración que los dos líderes emitieron antes de la guerra, se comprometieron a cuidarse mutuamente. El acuerdo implícito es que China ayudará a Rusia a superar su actual desastre financiero, compensado con arreglos de precios ventajosos para China en energía, metales y productos alimenticios a largo plazo. China puede doblegarse ante la amenaza de sanciones estadounidenses, pero no abandonará a Rusia. También hay que considerar que China no se ve perjudicada por el redespliegue de las fuerzas y los gastos estadounidenses en Europa.
Rusia y China son ahora aliados permanentes. La forma más sencilla de entender por qué son aliados permanentes es que Estados Unidos hizo de cada uno individualmente, y de ambos juntos, enemigos permanentes. Ambas potencias llegaron a la conclusión de que Estados Unidos era incapaz de llegar a un acuerdo. La fórmula estadounidense, al usar todo su poder para asegurarse de que no pudieran tener otros amigos, los obligó a la más profunda asociación.
Los aciertos y errores de esa política occidental, nacida en todos los aspectos esenciales del pensamiento neoconservador en las décadas de 1980 y 1990, podemos dejarlos para otro momento. La lucha que profetizaron los halcones y los neoconservadores —y, en mi opinión, son directamente responsables de precipitarla— se nos viene encima. ¿Cómo le irá a la “hegemonía liberal”, al “orden basado en reglas” en esta bipolarización que se acerca del sistema financiero y económico mundial?
Cualquier evaluación debe tener lugar en el contexto de dos tendencias vitales. Una es el abandono total de la responsabilidad fiscal por parte del gobierno de EE. UU., demasiado triste para describirlo en detalle. La segunda es la flotación mágica de los mercados financieros de EE. UU. en los años anteriores a 2022, instigada por una Reserva Federal dispuesta a hacer cualquier cosa para respaldarlos. Sus compras de bonos, bajo el nombre de expansión cuantitativa, fueron mucho más allá de lo que los bancos centrales habían hecho anteriormente. Y vaya que respondieron los mercados. Valoraciones inauditas, basadas en ganancias fabulosas veinte años después, se convirtieron en la norma en muchos sectores efervescentes, más allá de lo visto en 1929 o 1999. Según los índices históricos que evalúan la valoración a lo largo del tiempo, el mercado estaba en el uno por ciento superior de cada medida conocida por los pronosticadores más serios. Las caídas recientes, alrededor del 10 por ciento al 4 de marzo, provienen de una posición muy alta, los máximos históricos habiéndose registrado a principios de enero de 2022.
El polvo mágico de la Fed se basó en la supresión de las tasas de interés, hecha para el orden económico mundial anterior. No va a funcionar en el nuevo, en el que todos los países se enfrentan a un caso realmente grave de estanflación (inflación galopante, seguida de grandes pérdidas de empleos) que me parece peor (aunque todavía no a los mercados) que lo que ocurrió en la década de 1970.
La economía mundial cambió de manera profunda bajo los auspicios del “Sistema de Washington” de los últimos 30 años. Lo que había sido una Unidad Occidental dentro de la economía global —los lazos trilaterales entre Estados Unidos, Europa Occidental y Japón— se convirtió en una Unidad Global que incorporó al mundo entero. Durante este tiempo, tanto Europa como Estados Unidos perdieron gran parte de la capacidad de manufactura que los había colocado anteriormente en la cima de las clasificaciones. Eso fue “deslocalizado”. China se convirtió en el centro de la manufactura mundial. Como los estadounidenses descubrieron en 2020, había toneladas de cosas indispensables que fabricaba China. En muchos sectores, como el farmacéutico, logró el dominio del mercado, produciendo del 60 al 80 por ciento de los bienes.
Rusia es una especie de China reducida en términos de su capacidad productiva. Todo el mundo repite, sin pensar, que es una nada en el ranking mundial del PIB, pero eso no altera el hecho de que produce cosas que se necesitan desesperadamente y cuya ausencia en los mercados mundiales tendría consecuencias sísmicas. Eso hace que las sanciones de hoy sean totalmente diferentes de las de la Guerra Fría, cuando la Unión Soviética existía como una isla autárquica, completa en sí misma. Como observó [el exsecretario del Tesoro de EE. UU.] Larry Summers a Fareed Zakaria, esta interdependencia hace que Rusia sea mucho más vulnerable de lo que alguna vez fue a las sanciones occidentales. Correcto, Larry: También nos hace mucho más vulnerables a las consecuencias.
La hegemonía del dólar surgió en primera instancia debido a la fortaleza económica estadounidense, pero luego se mantuvo por una serie de razones. El uso del dólar dentro del bloque trilateral de la Guerra Fría facilitó su extensión al resto del mundo. Pero entonces sucedió algo extraño. Las políticas sobre las que se había creado en primer lugar fueron repudiadas. En los viejos tiempos, Estados Unidos era el lugar más seguro para guardar activos. Ahora, cualquier transacción en dólares hace que sus activos estén sujetos a expropiación de acuerdo con el decreto del gobierno de los EE. UU.
La agresiva explotación geopolítica de la hegemonía del dólar realmente se puso en marcha en el siglo XXI, con la segunda década siendo mucho más ambiciosa que la primera. Cada año traía una nueva escalada. La incautación de Biden en febrero de 2022 de 7 mil millones de dólares en activos en poder del banco central de Afganistán, impactante para cualquier persona versada en derecho internacional, resultó ser un presagio importante de hasta dónde estaban dispuestas a llegar las autoridades [estadounidenses].
¿Cómo se ve esta contienda emergente desde el punto de vista del Sur Global? La lista de aliados de Occidente es impresionante e incluye Estados con grandes economías en Europa, Japón y algunos Estados más pequeños en Asia. Desde el punto de vista de América Latina, África, el Gran Medio Oriente, India, ASEAN, ¿cómo se ve? Si estuvieras en esos lugares, ¿qué bloque elegirías, si tuvieras que elegir? ¿Qué puede hacer cada lado por ti, cómo pueden perseguirte y castigarte? En otras palabras, ¿cuáles son sus zanahorias y garrotes?
Es en ese vasto hinterland donde se decidirá el destino del “orden liberal internacional” liderado por Occidente. Está siendo desafiado por un bloque de China, del cual Rusia forma parte. En esta contienda, una inquietante inversión del patrón de la Guerra Fría, China maneja muchas zanahorias, mientras que Estados Unidos tiene muchos garrotes. Al igual que los comunistas de antaño, Estados Unidos espera ganar adeptos mediante la coerción.
En la arquitectura económica de las últimas décadas, otros países necesitaban dólares estadounidenses, en los que a menudo estaban denominadas sus deudas, pero necesitaban muy pocos bienes estadounidenses. La brecha entre lo que los estadounidenses poseían y lo que debían se amplió vertiginosamente, especialmente en los últimos diez años. La economía estadounidense intensificó su posición como un imperio de consumo, flotando en la marea alta de la riqueza electrónica. Su destreza financiera estaba cada vez menos basada en la producción, anclada en la capacidad de hacer cosas. (La excepción, por supuesto, son los armamentos subsidiados por el Estado. Estados Unidos puede fabricar muchos de esos).
Al mismo tiempo que Estados Unidos permitía que su base industrial y manufacturera se oxidara, explotaba la hegemonía del dólar con fines geopolíticos. Por cada pecado en el mundo había una sanción. Estos debían ser empleados, en teoría, solo para lastimar a los malos, no a la gente común. Por supuesto, no funcionó de esa manera. Nunca funciona de esa manera.
En su lugar, hay que prepararse para un neomercantilismo (**)en esteroides. En algunas de sus coyunturas más destacadas, el intercambio entre los bloques será como dos bandas rivales de mafiosos que hacen un intercambio de armas por drogas (desagradable, pero necesario) y viajan al lugar de la transacción en una bodega remota con muchas personas de refuerzo armadas por si algo sale mal. “Déjame ver la mercancía primero. No te pases de listo”.
El ADF ha sido desplegada y probablemente resultará radiactiva durante años. En Washington, sin embargo, no se piensa en volver atrás. Todo el mundo quiere seguir adelante. Buena suerte para el resto de nosotros.
David C. Hendrickson es presidente de la Sociedad John Quincy Adams y profesor emérito de ciencias políticas en Colorado College.
Notas de traductor
(*) Alusión al filósofo inglés Jeremy Bentham y el axioma fundamental de sus ideas sobre “la mayor felicidad para el mayor número de personas”.
(**) Sistema político que fomenta las exportaciones, inhibe las importaciones, controla el movimiento de capitales y concentra las decisiones de política monetaria en el gobierno central.
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