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El comunismo y el Estado desarrollista. Por Chris Bond

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Intensificar la ofensiva soviética en la ciudad y el pueblo, afiche de K.S. Eliseev (1929)

(Traducción de Gonzalo Soaje, gonzalosoaje@ignaciocarreraediciones.cl)

Un problema importante a la hora de intentar comprender un pensamiento político fuera de la tradición liberal angloamericana es que todo ha estado sujeto a niveles extremos de distorsión. Obviamente, estos otros sistemas de pensamiento han sido abordados como enemigos por los proveedores del pensamiento liberal y, como resultado, la propaganda domina la interpretación. Para cualquier estudiante serio de teoría política, esto debe tenerse en cuenta, y estos sistemas de pensamiento alternativos deben abordarse desde una perspectiva analítica racional y sensata. En este sentido, deseo presentar el trabajo de Theda Skocpol (1) como un medio para obtener una visión menos sesgada de las revoluciones y regímenes “marxistas” durante el siglo XX.

En su obra Social Revolutions, Skocpol ofrece un análisis de las tres grandes revoluciones del mundo moderno; la francesa, rusa y china. Skocpol aborda estos eventos a través de un lente marxista, pero lo que hace que el análisis sea convincente es el reconocimiento poco ortodoxo que ofrece al Estado como una entidad política más que meramente económica. Este reconocimiento de los intereses políticos del Estado suele faltar en el análisis marxista clásico. El Estado ya no es únicamente una máquina de opresión de clase, sino que también está en posesión de un conjunto de imperativos impulsados ​​por el conflicto geopolítico. Esto obliga a Skocpol a ir más allá del marxismo, ya que reducir las preocupaciones geopolíticas al conflicto de clases es una posición insostenible de mantener cuando se ve obligado a confrontar la realidad histórica. Como resultado, su análisis de las experiencias de Rusia y China con el “comunismo” revela que las acciones de sus respectivos regímenes fueron impulsadas más por los requisitos estratégicos de centralizar el poder estatal que por la ideología.

Comenzando con los soviéticos, una de las mejores formas en las que podemos reevaluar sus acciones sería centrarnos en el tema de la reforma agraria y, más específicamente, en la desastrosa colectivización de la tierra que ocurrió en los años veinte y treinta. Las referencias a los kulaks y la kulakización son infames en el discurso crítico de la URSS, un proceso en el que el gobierno soviético apuntó específicamente a una clase de agricultores etiquetados como kulaks y los declaró enemigos de clase. Fueron atacados, les confiscaron sus tierras y sufrieron hambre o deportación. El problema con esta narrativa es que es a la vez verdadera y también completamente falsa, y la naturaleza engañosa de esta narrativa puede atribuirse a los propios soviéticos en primera instancia, y luego a los anticomunistas. Había una clase de ‘kulak’ y los perseguían, pero lo que ocultan aquí tanto los soviéticos como los anticomunistas occidentales es que los kulaks constituían una minoría de campesinos y no eran los únicos sujetos a persecución de esta manera. De hecho, todo el campesinado estuvo sujeto a este terror, por lo que para comprender cuán excepcionalmente engañosa es esta narrativa kulak debemos retroceder brevemente en el tiempo y observar el desarrollo de la clase campesina antes de la Revolución Rusa.

Antes de ser campesinos, los campesinos eran siervos, una institución que alcanzó su forma madura en la declaración legal de la Sobórnoye ulozhénie de 1649 (2), promulgada por el zar Alejandro I. Este documento legal implementó controles estrictos sobre el movimiento de esta clase de personas y ordenó la inscripción de la nobleza en los ejércitos del zar. Esto parece haber sido básicamente un trato entre la nobleza y el zar. Posteriormente, la servidumbre fue abolida con la llegada de la emancipación dirigida por el zar Alejandro II en 1861 a raíz de la debacle de la guerra de Crimea (3), cuyo propósito parece haber sido integrar mejor a la clase campesina en los ejércitos de masas de la época. El punto clave a tener en cuenta aquí es que la servidumbre se introdujo para enrolar a la nobleza en el ejército, y se derogó para enrolar al campesinado en el ejército. Esto demuestra que la reforma agraria en Rusia está íntimamente ligada a los requisitos militares y geopolíticos del gobierno. Por lo tanto, uno podría suponer que una mayor reforma agraria estaría sujeta a la misma dinámica, lo que Skocpol argumenta es el caso de los soviéticos y su accionar.

Uno de los principales problemas que enfrentaron tanto los soviéticos como el zar antes que ellos fue que, como parte de estas reformas que emanciparon a la servidumbre, la influencia política a nivel local se desplazó desde la nobleza hacia los centros políticos locales en forma de aldeas ‘Mirs’. Estos centros comunales de organización eran titulares de las tierras de cultivo de la zona que presidían y tenían derecho a adjudicar estas tierras a los miembros de la comunidad bajo el Mir como mejor les pareciera. Este proceso no se hizo como una enajenación de la tierra, sino que fue un sistema mediante el cual a los diferentes miembros se les asignaban tierras de cultivo según sus necesidades y estas tierras se reasignarían regularmente según esta necesidad. La propiedad absoluta de la tierra por parte de particulares, como los kulaks, no era el estado normal de las cosas y esta forma de propiedad parece haberse originado a partir de las reformas de Stolypin. Estas reformas fueron un intento de dividir a los Mirs fomentando la propiedad privada para aumentar la productividad de este sector y afirmar el control político por parte del gobierno central a la luz de la Revolución Rusa de 1905.

Tras el colapso de los ejércitos de Rusia a raíz de la derrota en la Primera Guerra Mundial, los reclutas campesinos que componían estos ejércitos se dispersaron a las aldeas de las que habían venido originalmente, solo que ahora lo hicieron en posesión de rifles. Fueron estos Mirs, ahora aumentados por hombres armados, los que formaron la columna vertebral de la revolución rusa, ya que se rebelaron en masa tal como lo habían hecho en 1905. Los campesinos se apropiaron de las tierras nobles restantes que no se habían dispersado en el proceso de emancipación, también tomaron una gran cantidad de tierra que los kulaks habían obtenido de las reformas de Stolypin. Esta tierra fue puesta nuevamente bajo control colectivo. La importancia de esto es que muestra cuán engañosa es la narrativa kulak porque convenientemente deja fuera al segmento campesino de la población que constituía la gran mayoría de esta clase. Estos campesinos eran comunistas y conservadores – el capitalismo era un fenómeno que el zar les trató de imponer y lo rechazaron.

Cuando avanzamos hacia la consolidación del régimen soviético en los años 20 y 30, encontramos que esta estructura Mir colectivizada todavía estaba firmemente en su lugar. Los soviéticos, al ser un movimiento de base urbana, tenían básicamente poca o ninguna influencia en el campo y esto creó problemas significativos. Los precios de los cereales cayeron tanto que estos Mir se retiraron en gran medida del sistema monetario en virtud de negarse a comercializar cereales al precio solicitado en ese momento. Esto se puede ver cuando uno observa que, según Skocpol, se comercializó menos grano en la década de 1920 que antes de 1914 debido a esta retención de grano por parte de los Mirs, y a menudo a la negativa incluso a plantar el cultivo en primer lugar: los agricultores en entornos no capitalistas tienden a no producir cultivos a menos que sea necesario. Para un Estado en el proceso de tratar de impulsar la industrialización debido a su precaria situación geopolítica (estando flanqueado por potencias industriales alemanas y japonesas), esto obviamente era un problema importante. Aparentemente, los soviéticos consideraron dos respuestas generales a este problema. La primera opción era tratar de fomentar la remonetización de estos campesinos mediante la producción de mayores cantidades de bienes de consumo baratos. La segunda opción era simplemente enviar agentes estatales para colectivizar a los campesinos bajo organizaciones agrícolas supervisadas por el Estado que se conocieron como koljoses, y luego obligarlos a cultivar y vender las cosechas. Por múltiples razones, se eligió la segunda opción y los resultados fueron malos, por decir lo menos.

Lo que debería interesarnos en este punto es que los soviéticos no solo consideraron alentar a los campesinos a comercializar su grano con incentivos para el consumidor, sino que los objetivos de esta colectivización basada en el Estado eran toda la clase campesina, no solo los kulaks. Es cierto que los soviéticos hicieron mucho ruido con respecto a que los kulaks eran enemigos de clase, pero en realidad también estaban atacando a los campesinos que actuaban de manera comunal. Esto a pesar de la verdad obvia que uno concluiría tras leer literatura comunista: este método de organizar la producción era precisamente lo que se suponía el comunismo pretendía lograr. Por eso hicieron era tan importante para ellos apuntar a los kulaks, pues sus acciones eran en muchos sentidos difíciles de reconciliar con la ideología comunista, y así esta afirmación de atacar a los enemigos de clase encubrió lo que realmente estaba sucediendo. Esto parece haber llevado a que el término kulak se ampliara para abarcar a cualquier campesino que se opusiera a la colectivización estatal, lo que significaría que los campesinos colectivizados de los Mir serían etiquetados como “kulaks”. El Estado soviético actuaba como un Estado y forzaba la integración de los campesinos en el Estado, pero lo hacía bajo la fachada de la ideología comunista.

Esta tendencia al falso comportamiento comunista de los Estados “comunistas” posrevolucionarios también es evidente en el desarrollo y éxito del Partido Comunista Chino (PCCh) en China. Si bien puede ser la opinión de consenso que China ha roto con su pasado comunista y ha sacado a su población de la pobreza al abrazar el capitalismo, esto no es particularmente instructivo, especialmente cuando no existe una definición clara de capitalismo o comunismo. Parecería que el desarrollo chino se explica mejor sin referencia alguna a estas categorías ideológicas. Este desarrollo puede explicarse mejor por referencia al interés estratégico del estado para centralizar el poder y su contexto geopolítico específico generado por circunstancias fuera de su control.

A diferencia de los soviéticos, el PCCh no era un movimiento de base urbana, sino que se basaba en el campesinado. Por supuesto, no surgieron del campesinado, sino que se aliaron con ellos después de un viaje bastante tortuoso. Para ver cómo se desarrolló esto, podemos revisar brevemente la historia que condujo a las reformas agrarias. Con la llegada de las potencias imperiales occidentales a las costas de China, el país se vio acosado por la incapacidad de equiparar sus capacidades tecnológicas y organizativas. El Estado chino estaba centralizado, pero de ninguna manera tan centralizado como las potencias occidentales.

Hubo muchas y amplias barreras para las acciones del Emperador y los intentos de reforma del Estado chino encontraron múltiples problemas, los que culminaron en disturbios en respuesta a los intentos de estandarizar el sistema ferroviario a nivel nacional. Las élites locales que habían invertido en los ferrocarriles de su región puntual aparentemente temían perder su inversión y, como resultado, lograron poner fin a la dinastía imperial china. Los centros de gobierno local que previamente habían desarrollado su propio aparato de seguridad para hacer frente a las rebeliones se convirtieron en la base de los caudillos que surgieron. La unificación nacional se convirtió así en un objetivo de muchas élites, y de ahí derivan tanto el PCCh como el Kuomintang. Ambos partidos eran movimientos revolucionarios opuestos al orden político existente y ambos buscaban la unificación nacional.

La alianza inicial del PCCh y el Kuomintang cesó tras el éxito relativo de Chiang Kai Shek de establecer un cierto orden tras su Expedición al Norte (4) contra los caudillos, sobre la cual promulgó una purga de los elementos más izquierdistas de su propio partido y el PCCh. Esta purga empujó a los remanentes del PCCh al campo donde obviamente no había proletariado industrial. Esto condujo a una serie de cambios doctrinales, ya que el PCCh finalmente se vio obligado a recurrir al campesinado en busca de apoyo. Bloqueado y bajo ataque de los caudillos, el Kuomintang y también por los japoneses después de su invasión, la única fuente real de recursos del PCCh era el campesinado y esto fomentó la necesidad de desarrollar un apoyo cercano y directo con las aldeas para poder recurrir al campesinado en busca de hombres y suministros. La combinación resultaría explosiva y las reformas agrarias promulgadas por el PCCh se derivan de esta dependencia. A cambio del servicio militar a los campesinos se les prometía tierra y esta, según Skocpol, cumplía tres funciones. Primero, recompensó y fortaleció a la élite de la aldea establecida por el PCCh. En segundo lugar, eliminó el poder y la influencia de la nobleza que podría haber representado una amenaza al apoyar al Kuomintang. Y, en tercer lugar, suministró al PCCh una gran cantidad de reclutas de infantería. 

Como señala Skocpol, este suministro de reclutas para el ejército guerrillero del PCCh condicionó su enfoque hacia la clase campesina. A diferencia de la clase campesina en el contexto soviético, aquí la clase campesina demostraría ser un aliado vital para el Estado comunista. No había ningún deseo de imponer una mayor productividad a este sector para tratar de impulsar la industrialización. Las industrias de China estaban ubicadas en centros urbanos que estaban controlados por los japoneses, los señores de la guerra o el Kuomintang y no fue sino hasta el final del período de la guerra civil que el PCCh pudo controlar la China urbana. El PCCh también estaba en una posición en la que no podía efectuar un reclutamiento militar obligatorio de los campesinos, por lo que dependía de proporcionar grandes incentivos mediante la reforma de los derechos sobre la tierra a favor de los intereses de los campesinos, así como la persuasión ideológica.

Que esto fuera posible fue el resultado del terreno diverso y a menudo montañoso de China que hizo posible la guerrilla basada en la infantería. Esto permitió que el PCCh operara en regiones fuera del alcance de las divisiones mecanizadas y aéreas. El hecho resultaría influyente incluso en el período de posguerra, ya que quedaba poco ímpetu para conducir la industrialización a un ritmo excesivo y el imperativo geopolítico no era tan apremiante como en Rusia durante el período de entreguerras. Invadir una China que podría desplegar ejércitos inagotables, incluso si solo pudieran manejar armas pequeñas, sería un esfuerzo desalentador para cualquier potencia. Ni los soviéticos ni los EE. UU. estuvieron a la altura de la tarea, como lo demostraría la guerra de Corea en la década de 1950, donde los chinos pudieron llevar a cabo una campaña ofensiva bastante exitosa con infantería ligera que tenía poca cobertura aérea.

Este escenario era muy diferente al que enfrentaban los soviéticos, que no tenían una conexión real con el campesinado y tenían una gran necesidad de industrialización en un corto período de tiempo. Rusia, especialmente la región europea, a diferencia de China, es geográficamente bastante plana. Consiste en una estepa interminable que es ideal para el despliegue de unidades mecanizadas. Además, Rusia es vasta y requiere la necesidad de desplegar fuerzas en frentes potenciales muy alejados entre sí, lo que requería extensas redes ferroviarias, como lo demostraron los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial. Rusia también necesitaba fuerzas navales para defender múltiples puntos de invasión posibles que necesitan múltiples flotas que no pueden conectarse entre sí fácilmente. Sin industrialización, los soviéticos habrían estado en una situación mucho peor en 1939, ya que no había forma de que pudieran operar sobre la base de un ejército guerrillero de campesinos. Esto explica la urgencia de sus acciones y sus fallidos intentos de reforma rápida contra un sector agrícola que, en efecto, como señala Skocpol, se convirtió en una amenaza para el Estado. Los chinos no enfrentaron tal urgencia, y de hecho, tenían a los campesinos como base de su poder por lo que sus acciones en materia de reforma agraria no condujeron a una catástrofe comparable a las hambrunas lamentablemente desatadas por los soviéticos. Por supuesto, aún así hubo resultados negativos para sectores de la población producto de estas reformas agrarias, pero en términos relativos, las reformas del PCCh fueron exitosas. 

Obviamente, si la ideología fuera la principal fuerza motriz tanto del PCCh como de los soviéticos, podríamos ver acciones similares, si no idénticas, de los partidos comunistas de ambos Estados conforme a sus creencias ideológicas. En cambio, lo que vemos son acciones relativamente pragmáticas tomadas por actores estatales que tenían diferentes contextos estratégicos. Los soviéticos llegaron al poder con la ayuda de los trabajadores industriales de Petrogrado y terminaron supervisando un sector agrícola poco cooperativo e improductivo. El PCCh llegó al poder sobre la espalda de los campesinos después de haber sido aislados de cualquier base industrial y sus relaciones subsecuentes con los sectores agrícolas fueron obviamente muy diferentes. Hay mucho que podemos aprender de las experiencias de los comunistas del siglo 20 si nos negamos a verlas a través de la perspectiva ideológicamente liberal nutrida de la propaganda diseñada para desacreditar a los Estados comunistas.

Debemos preguntarnos cómo lograron los comunistas no solo tomar el poder, sino también desarrollar Estados funcionales y transformadores. Una de las razones de esto es que los comunistas tenían un enfoque muy claro sobre la naturaleza del Estado y su papel debido a la teoría marxista del Estado como emergente del conflicto de clases. Es decir, el conflicto de clases ocasionó el desarrollo de un Estado utilizado por la clase dominante para reprimir a otras clases. Los leninistas pretendían apoderarse de este Estado, volver sus mecanismos opresivos contra la clase dominante (capitalistas) y luego trabajar para desmantelar el Estado una vez que la clase fuera abolida. Independientemente de la veracidad de esta interpretación, los comunistas tenían una ventaja como resultado de este enfoque en conquistar el Estado aprovechando los antagonismos de clase.

Otro aspecto del éxito de los comunistas fue que buscaron crear bases de poder alternativas que les permitieran operar sin las restricciones impuestas a los actores de poder por las estructuras ya existentes. Los bolcheviques trabajaron a través de su partido y los sóviets, el PCCh trabajó a través de su partido y la estructura de gobernanza de las aldeas que desarrollaron. Como resultado, sus acciones fueron mucho más disciplinadas y enfocadas. También podemos usar este análisis para formular algunas críticas serias al liberalismo y las afirmaciones liberales de ofrecer mejores soluciones a las políticas comunistas al señalar la naturaleza desarrollista de los Estados comunistas. Es bien sabido que la teoría de la revolución proletaria de Marx fracasó drásticamente solo en aquellos Estados en los que supuso que se arraigaría y, en cambio, encontró el éxito en los más atrasados.

¿Qué había exactamente en el comunismo y especialmente en el pensamiento marxista-leninista que demostró ser tan adecuado como la base ideológica de los Estados en desarrollo en oposición al liberalismo promovido por los Estados ya industrializados? Tanto en Rusia como en China, los liberales fueron prominentes en la revolución inicial, pero rápida e irrevocablemente quedaron en el camino. La razón de esto parece ser que sus propuestas de políticas fueron ineficaces, si no básicamente delirantes, y esto es curioso dado que en realidad estaban tratando de imitar a las potencias occidentales exitosas. No hubo Estados desarrollistas que se desarrollasen utilizando los preceptos del liberalismo y esto es algo que Friedrich List previó mucho antes de que los soviéticos y el PCCh lo reivindicaran. Fue List quien declaró que:

Toda nación que por medio de deberes protectores y restricciones a la navegación ha elevado su poder de manufactura y su navegación a tal grado de desarrollo que ninguna otra nación puede sostener una competencia libre con ella, no puede hacer nada más sabio que derribar estas escaleras que conducen a su grandeza, predicar a otras naciones los beneficios del libre comercio y declarar con tono penitente que hasta ahora había deambulado por los caminos del error, y que hoy, por primera vez, logró descubrir la verdad.

Es precisamente esta prédica en la que creían erróneamente los liberales que dirigieron las revoluciones de las que posteriormente fueron apartados, y es precisamente esta prédica la que forma la base del anticomunismo liberal que, por lo tanto, es capaz de creer muy sinceramente que Rusia y China podrían haberse industrializado si hubiesen permitido que el ‘libre mercado’ siguiera su curso. Resulta bastante claro en el trabajo de Skocpol, un estudio detallado del desarrollo de la práctica comunista, que confiar en las interpretaciones liberales del desarrollo económico sería caer en un grave error que solo beneficia a los proveedores del liberalismo y las instituciones que defienden.

Notas del traductor

(1) Theda Skocpol (1947) es una socióloga y politóloga estadounidense. Ejerce como profesora de Gobierno y Sociología en la Universidad de Harvard. Skocpol es conocida por su “teoría de la autonomía estatal”. Los teóricos de la autonomía estatal consideran que el Estado es una entidad impermeable a la influencia social y económica externas y que tiene intereses propios.

(2) El Sobórnoye ulozhéniye fue un cuerpo legal promulgado durante el reinado de Alejandro I de Rusia. El código aglutinó a los esclavos y a los campesinos libres en una clase nueva de siervos, y declaró que ser miembro de esa clase era hereditario e inmutable. Según el código, la nobleza debía ingresar al ejército a cambio de recibir el derecho de poseer siervos.

(3) La guerra de Crimea fue un conflicto que entre 1853 y 1856 libraron el Imperio ruso y el Reino de Grecia contra una liga formada por el Imperio otomano, Francia, el Reino Unido y el Reino de Cerdeña. Se disputó fundamentalmente en la península de Crimea, en torno a la base naval de Sebastopol. Concluyó con la derrota de Rusia, plasmada en el Tratado de París de 1856. El tratado convirtió al Mar Negro en territorio neutral, prohibiendo el tránsito a los buques de guerra y la presencia de fortificaciones y armamento en sus orillas. El tratado fue un duro revés para la influencia rusa en la región.

(4) La Expedición al Norte (1926-1927) fue una campaña militar del Ejército Nacionalista Chino, dirigida por Chiang Kai-shek, que avanzó al norte desde Cantón hasta el río Yangtsé​ enfrentándose a los poderosos caudillos militares del norte de China. La expedición logró su objetivo de unir nuevamente a todo el país bajo un mismo gobierno, aunque solo de forma precaria: muchos de los caudillos militares se unieron al Kuomintang, pero conservaron sus tropas y el control sobre sus territorios.

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