
La publicación en Chile de mi libro con textos sobre América Latina es un evento simbólico para mí.
En la imagen del mundo que describo y defiendo, el principio fundamental es la multipolaridad, es decir, la organización de las relaciones internacionales, en las que los principales actores no son los Estados, sino las civilizaciones. Y una de esas civilizaciones, en mi opinión, debería ser América Latina, no en partes, sino en su totalidad. Esa fue la idea de Bolívar y sus compañeros durante la primera fase de descolonización. Un visionario general Perón planteó ideas similares en la siguiente fase histórica, proponiendo un proyecto para unir Argentina, Brasil y Chile en un solo bloque geopolítico. En mi opinión, hoy es la hora del tercer giro: la finalización del proceso de descolonización y transformación de América Latina en un polo independiente de la humanidad, en la civilización, en el Gran Espacio (Grossraum) en la óptica de Carl Schmitt.
Estas ideas se expresan en el libro Teoría de un Mundo Multipolar, y en otro importante libro, que ya ha tenido varias ediciones en español y portugués, La Cuarta Teoría Política. Ahí yo doy una visión detallada de lo que debería ser la visión política del futuro mundo multipolar – mas allá de las viejas ideologías eurocéntricas y profundamente coloniales (racistas en sentido amplio) del Modernismo – el liberalismo, el comunismo y el nacionalismo.
El Modernismo Europeo coincidió con la colonización no por casualidad. Fue una especie de plaga ideológica que se extendió con el Imperio Británico en vastos territorios. Y como ha remarcado Carl Schmitt, este proceso de modernización, con su materialismo, utilitarismo, ateísmo y tecnocracia inherentes, se hizo irreversible precisamente cuando Gran Bretaña finalmente derrotó a España en la histórica guerra de dominación sobre los océanos del mundo.
Por supuesto, la colonización española también fue eurocéntrica y tuvo muchos rasgos negativos. Sin embargo, seguía siendo una Europa tradicional, una Europa cristiana y, en cierto sentido, romántica, caballerosa y heroica, la Europa premoderna. Y para el espíritu de la Tradición, las colonias no podían existir en el sentido moderno y anglosajón de la palabra – eran provincias, junto con las que formaban parte del estado – por ejemplo, el Imperio Romano, como las conquistas continentales. Así es como se formó Las Españas, que comprende dos vice-reinos situados en el continente americano. América Latina — y el Sur y el Centro — son rastros de una sociedad tradicional, mientras que las colonias anglosajonas — y la más exitosa de ellas, los Estados Unidos, fueron originalmente construidas como sociedades modernas.
Esto también tuvo un impacto en la descolonización – los EE.UU. no sólo se liberaron de su metrópoli durante la Guerra de la Independencia (1775-1783), sino que construyeron el estado más avanzado de la Modernidad basado en lo que yo llamo la Primera Teoría Política (el liberalismo como la ideología más perfecta del capitalismo).
Los países de América Latina, en su lucha por independizarse de Europa, tomaron un camino diferente, buscando su identidad principalmente en aquellas ideologías que de una u otra manera se oponían al liberalismo y a la geopolítica anglosajona – esta vez no sólo frente al Imperio Británico directamente, sino también frente a los Estados Unidos, que, en línea con la doctrina de Monroe, reclamaban la hegemonía en ambas Américas. Sin embargo, desde mi punto de vista, esta descolonización de América Latina no ha sido llevada a una conclusión lógica. En parte debido al hecho de que esta lucha todavía estaba dominada por la Modernidad (a veces en forma de socialismo, a veces en forma de nacionalismo), y en parte debido a la división del continente latinoamericano en un número de estados nacionales, cuyas contradicciones estallaron siempre cuando los procesos de descolonización alcanzaron una línea críticamente peligrosa para los anglosajones.
En esto es en lo que debería basarse la última – tercera – ola de descolonización de América Latina. Por eso es tan importante la “Cuarta Teoría Política” y su crítica radical del eurocentrismo y el modernismo, con todas sus ideologías incluidas.