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Neoliberalismo: una estela de destrucción económica desde la década de 1970. Por Erik S. Reinert

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(Nota del editor: Este artículo del economista noruego y especialista en economía del desarrollo, Erik S. Reinert, fue publicado en 2012. Pese a algunas referencias puntuales, su argumento central sigue vigente una década más tarde y destaca la atención que las principales corrientes y exponentes de la ciencia económica han dedicado a la economía financiera en desmedro de su símil industrial, con el consecuente impacto negativo sobre los países en desarrollo).

(Traducción de Gonzalo Soaje, gonzalosoaje@ignaciocarreraediciones.cl)

“…tarde o temprano, son las ideas, no los intereses creados, las que son peligrosas para bien o para mal”.

John Maynard Keynes, palabras finales de The General Theory (La teoría general, 1936).

Introducción

Dos instituciones establecidas poco después de la Segunda Guerra Mundial proporcionaron las condiciones para un período de treinta años de aumento sin precedentes en el bienestar humano: El Plan Marshall de 1947, que finalmente reindustrializó no solo a Europa, sino que creó un cordón sanitario de naciones ricas alrededor del bloque comunista desde Noruega vía el sur de Europa hasta Japón, y la Carta de La Habana de 1948, que estableció las reglas del comercio internacional que hicieron posible este plan de industrialización.

Ambas instituciones se basaron en una idea clave del discurso de Harvard de 1947 del secretario de Estado George Marshall, en el que anunciaba su plan: que la civilización siempre se había construido sobre un tipo particular de estructura económica. “El agricultor siempre ha producido los alimentos para intercambiar con el habitante de la ciudad por las demás necesidades de la vida. Esta división del trabajo es la base de la civilización moderna. En la actualidad está amenazada de colapsar”. (1)

La industrialización se convirtió en la orden de marcha, y la Carta de La Habana organizó el comercio mundial en consecuencia: siempre que hubiera un plan industrial o el desempleo estuviera presente en un país, era posible proteger lo que el gran liberal John Stuart Mill había promovido como “protección de la industria naciente”. Comenzando simultáneamente, esta visión de la industrialización formó el núcleo mismo de la economía clásica del desarrollo. (2)

Al mismo tiempo, la sabia legislación que siguió a la crisis financiera de 1929 había puesto a las finanzas al servicio de la producción, y ya en 1945 el asesor científico de Roosevelt, Vannevar Bush, había encomendado a Occidente la tarea de impulsar la “frontera interminable del conocimiento científico” a través de innovaciones continuas. (3) Con un escenario político tripartito – un equilibrio de poderes compensatorios – entre las grandes empresas, los grandes sindicatos y el gobierno, todas las piezas estaban en su lugar para el formidable aumento del bienestar y el crecimiento económico que siguió durante las próximas décadas.

Sin embargo, la visión que se consolidó en 1947 no era nueva ni exclusiva de Occidente. Cuando los intelectuales rusos algunos años después de la revolución de 1917 comenzaron a analizar la política económica comunista, encontraron que era esencialmente la misma política de industrialización que se había seguido bajo Sergei Witte, ministro de Finanzas de los dos últimos zares, pero bajo un régimen político muy diferente. Se olvida fácilmente que durante el siglo XX este tipo de visión fue compartida por todo el eje político. Los Estados Unidos de Henry Ford, Hitler, Stalin y los Estados de bienestar de Europa Occidental tenían un entendimiento común de la creación de riqueza en base a la industrialización y la producción en masa y, paralelamente, un entendimiento del estado necesariamente subordinado del sector financiero al de la producción.

La visión de 1947 se basaba implícitamente en la definición del capitalismo del economista alemán Werner Sombart como un sistema de producción que contiene tres elementos principales: a) el empresario, b) el Estado moderno, y c) el sistema tecnológico, es decir, la frontera interminable del conocimiento científico de Vannevar Bush. Sin embargo, estos tres elementos principales del capitalismo exitoso fueron extremadamente difíciles de formalizar y gradualmente desaparecieron de la teoría económica. La nueva definición típica del capitalismo se convirtió en la de un sistema de propiedad privada donde toda coordinación fuera de la empresa está determinada por el mercado. A medida que los tres elementos de Sombart desaparecieron de la economía neoclásica, también lo hizo la comprensión cualitativa del crecimiento económico y el desarrollo. La economía llegó a basarse en lo que Schumpeter llamó “la visión pedestre de que es la acumulación de capital per se lo que impulsa el motor capitalista”. Esto, y la desaparición de la distinción de Schumpeter entre la esfera monetaria (‘las unidades contables’) y la economía real, abrió el camino para el dominio actual del sector financiero sobre el sector productivo.

El tipo de entendimiento de 1947 tenía una historia muy larga en Europa. El historiador económico estadounidense Richard Goldthwaite muestra la importancia histórica de la dicotomía entre materias primas y manufactura en un libro reciente: lo que generalmente se ve como la “revolución comercial” de Europa, argumenta Goldthwaite, fue de hecho un proceso de emulación de otros países, uno de sustitución de importaciones: los bienes manufacturados, que antes se importaban del Levante, comenzaron a producirse en Europa a partir del siglo XII. (4) Un libro reciente documenta que este proceso de emulación, más que de ventaja comparativa, fue también la principal estrategia de la Europa de la Ilustración. (5)

(6)

La riqueza y la pobreza de las naciones siguen determinadas por la dicotomía entre materias primas por un lado y manufactura y servicios avanzados por el otro. La Figura 1 ilustra el crecimiento explosivo de Corea del Sur, que comenzó a fines de la década de 1960, cuando esa nación diversificó su economía, pasando de la agricultura y las materias primas a la industria manufacturera. A través de una política industrial de mano dura, Corea se separó de su “ventaja comparativa” en la agricultura. En comparación, Somalia, que era más rica que Corea hasta mediados de la década de 1960, no lo hizo y, en cambio, continuó especializándose de acuerdo con su ventaja comparativa de ser pobre.

Comprender esta distinción extremadamente importante, entre materias primas sujetas a rendimientos decrecientes, monocultivo y competencia perfecta, por un lado, y bienes manufacturados y servicios avanzados sujetos a rendimientos crecientes, competencia imperfecta dinámica y una gran división del trabajo, por el otro, era la base económica del estalinismo, del Plan Marshall y la socialdemocracia keynesiana en Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, y del capitalismo estadounidense. La estela de destrucción económica que ha azotado secuencialmente al mundo desde mediados de la década de 1970 es en gran medida el resultado de la teoría económica neoclásica (“economía convencional”, “economía de libro de texto estándar”) que, al destruir la economía como ciencia empírica, desaprendió la sabiduría de cerca de 800 años de política económica y también el anterior entendimiento común de la creación de riqueza de los Estados Unidos en la derecha y la URSS en la izquierda.

El problema: desaprender el elemento específico de la actividad del crecimiento económico y el bienestar

El crecimiento económico durante la mayor parte del siglo XX se basó en la producción en masa estandarizada, lo que también se denomina fordismo. Henry Ford solía decir que “puedes tener el coche del color que quieras, siempre que sea negro”. También la Unión Soviética dependía de la producción en masa, y en la China comunista todo el mundo se vestía igual. Como se indicó, hubo un isomorfismo importante, un elemento de fuerte similitud estructural, a lo largo del eje político derecha-izquierda: todas las sociedades exitosas del siglo XX se basaron en la misma producción industrial en masa estandarizada. Como señala Goldthwaite, la industrialización, aunque en una escala mucho menor, ha sido el único factor de éxito que construyó Europa. Esto se había reconocido muy temprano en la política práctica, a fines del siglo XV, en Inglaterra. La explicación teórica llegó en 1613 con el economista italiano Antonio Serra (7), cuya teoría del desarrollo económico basada en rendimientos crecientes y una gran división del trabajo fue citada por el principal teórico industrial del siglo XIX, el economista alemán Friedrich List, y también por Marx. List no solo inspiró la política económica de EE. UU. y Europa continental, sino que también inspiró al ministro de Finanzas ruso, Sergei Witte, ya mencionado, quien tradujo el trabajo de List del alemán al ruso. Para un vínculo temprano importante entre Friedrich List y la comprensión marxista de la importancia de la industria, véase Szporluk (1991) (8).

Entonces, durante la mayor parte del siglo XX, las naciones avanzadas de izquierda y derecha siguieron la misma estrategia de industrialización. Las teorías del libre comercio de David Ricardo basadas en la ventaja comparativa fueron en la práctica solo utilizadas hacia las colonias. Mientras Estados Unidos insistía sobre la teoría ricardiana del comercio y la economía estándar de los libros de texto como base para el orden económico mundial, Paul Krugman se quejó ya en la década de 1990 de que la propia política comercial de Estados Unidos no seguía los principios de la teoría ricardiana del comercio:

“la visión del comercio como una competencia casi militar es la sabiduría convencional entre los políticos, los líderes empresariales y los intelectuales influyentes… No es solo que la economía haya perdido el control del discurso; el tipo de ideas que se ofrecen en un libro de texto estándar de economía no entran en absoluto en ese discurso…” (9)

Al igual que con las teorías de David Ricardo en la Inglaterra del siglo XIX, las teorías de libre comercio del Consenso de Washington de los EE. UU. estuvieron durante mucho tiempo destinadas principalmente a la exportación, no al uso doméstico. Desafortunadamente, al final, Occidente también comenzó a creer en la versión propagandística de su propia teoría económica.

Una progresiva matematización y formalización de la economía tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial. La economía se convirtió en “física social” basada en la física de finales del siglo XIX. Con este desarrollo, la distinción entre la industria y la producción de materias primas, entre rendimientos crecientes y grandes sinergias por un lado y rendimientos decrecientes y monocultivo por el otro, se volvió borrosa y desapareció. Los rendimientos crecientes fueron descartados de la teoría económica porque no eran compatibles con el equilibrio; en cambio, el equilibrio debería haber sido descartado como la pieza central de la economía porque no es compatible con la realidad. La economía del desarrollo tradicional desapareció y el Consenso de Washington se hizo cargo lentamente. El cambio tecnológico, los rendimientos crecientes y decrecientes y el espíritu empresarial desaparecieron de la teoría económica, borrando cualquier señal de los peligros de una desindustrialización. En resumen: con la llegada de la economía neoclásica y el neoliberalismo, todas las actividades económicas pasaron a ser vistas como cualitativamente similares, en marcado contraste con el eje inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial entre los EE. UU. y la URSS mencionado anteriormente.

La economía de facto volvió a los postulados ‘coloniales’ de David Ricardo: que la economía internacional podía y debía basarse en naciones que intercambiaban horas de trabajo: lo que una nación producía, industrial de alta tecnología o agricultura de subsistencia, no importaba. Además de esto, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional comenzaron a asumir el pleno empleo en todos sus modelos. Incluso si solo el 10 o el 20 por ciento de la población potencialmente económicamente activa de un país tuviera realmente un trabajo, se suponía el pleno empleo. Este cruel postulado del Consenso de Washington hizo posible lanzar y continuar las devastadoras terapias de choque que golpearon al Tercer Mundo y luego al Segundo Mundo. Solo ahora, como dice el refrán estadounidense, “las gallinas vuelven a casa para descansar (*)”: solo ahora, cuando la ola de destrucción de la economía neoclásica golpea a los Estados Unidos y Europa a través de la desindustrialización y la crisis financiera.

La Figura 2 muestra el excelente historial de desarrollo mundial desde 1950 hasta 1973, en comparación con el pésimo desempeño que siguió desde 1973 hasta 2001. Durante este período, América Latina experimentó una serie de ‘décadas perdidas’, la industrialización inicial de África se revirtió y el Segundo Mundo, las economías planificadas comunistas – experimentaron un shock de libre comercio que las hizo más pobres de lo que habían sido bajo una economía planificada notoriamente ineficiente. La vieja verdad se reveló una vez más: una nación con un sector manufacturero ineficiente está mucho mejor que una nación sin sector manufacturero alguno.

Como se puede ver en la Figura 2, solo las naciones asiáticas continuaron teniendo éxito. Asia no se vio afectada en gran medida por el shock del libre comercio y continuó con sus estrategias de industrialización, que en India y China ya habían comenzado a fines de la década de 1940. De hecho, si India y China, con sus enormes poblaciones, se eliminan de los datos analizados, la globalización ha sido más un fracaso que un éxito. Como veremos más adelante, esto es aún más cierto si observamos este desarrollo en términos de salarios reales en lugar de en términos de PIB per cápita (porque los salarios como porcentaje del PIB se han reducido en todos los ámbitos).

Desde mediados de la década de 1970: las instituciones de Washington persiguen y destruyen las “rentas” en el sector productivo solo para recrearlas en el sector financiero

Desde sus inicios a finales de la Edad Media, el capitalismo ha sido un proceso de lo que los economistas llaman “búsqueda de rentas”: a través de incesantes inventos e innovaciones, los capitalistas han buscado ganancias por encima del promedio, también llamadas rentas. Las primeras sociedades capitalistas exitosas – Venecia, la República Holandesa e Inglaterra – construyeron su riqueza en base a tres tipos de renta:

1) Dominaron el sector manufacturero en Europa, logrando las rentas de rendimientos crecientes que están ausentes en la agricultura.
2) Recaudaron rentas por dominar el comercio colonial a larga distancia, y
3) Todos cobraron rentas por dominar el mercado de un recurso natural: sal en Venecia, arenque en vinagre o salado en la República Holandesa y lana en Inglaterra. En todos los casos la materia prima se destinaba a la manufactura.

En una economía moderna, las rentas de los oligopolios y las innovaciones se propagan primero como mayores ganancias para el empresario, luego como salarios más altos para una fuerza laboral cada vez más calificada y luego como ingresos imponibles más altos para el Estado. En efecto, el sistema se convierte en uno de triple búsqueda de rentas: el capital, el trabajo y el gobierno se confabulan para compartir las rentas oligopólicas. Los salarios mínimos son una herramienta importante para asegurar tal distribución “colusiva” de las rentas de las innovaciones. En otras palabras, la búsqueda de rentas en un mar de competencia oligopólica es de lo que se trata el capitalismo. Como los trabajadores también se volvieron oligopólicos a través de la sindicalización, John Kenneth Galbraith describió el capitalismo en su mejor momento, como en los EE. UU. en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, como un sistema de poderes compensatorios de grandes empresas, grandes trabajadores y un gran gobierno. Emulando a Occidente, la Unión Soviética intentó crear el mismo tipo de rentas a partir de las mismas industrias y actividades económicas (desde la producción de acero y automóviles hasta los viajes espaciales) que dominaban en Estados Unidos. Los mejores años de crecimiento capitalista y los mejores años de crecimiento de la economía planificada se basaron en la vieja idea – que data de Antonio Serra en 1613 – de que el crecimiento económico y el bienestar eran específicas de determinadas actividades y que en cualquier momento podían ser generados por actividades económicas determinadas. El Apéndice 1 muestra las diferencias cualitativas entre las actividades económicas que son buenas para el desarrollo económico (actividades schumpeterianas) y las que son malas para el desarrollo económico (actividades maltusianas).

Los mismos mejores años de crecimiento se encontraron en los países nórdicos, que durante mucho tiempo fueron vistos como una Tercera Vía muy exitosa entre el capitalismo y el comunismo. El caso sueco es interesante porque la fórmula del éxito industrial después de la Segunda Guerra Mundial se puede personificar en tres individuos, el economista schumpeteriano Erik Dahmén (1916-2005), quien durante décadas trabajó para el banco Stockholms Enskilda; el propietario del banco Marcus Wallenberg (1899-1982); y el político socialdemócrata Gunnar Sträng (1906-1992). Sträng ocupó cargos ministeriales en el gobierno sueco desde 1947 hasta 1976, los últimos 21 años como ministro de Finanzas. El industrialista Wallenberg y su asesor Dahmén almorzaban todos los miércoles, y el capitalista Wallenberg y el socialdemócrata Sträng se reunían, a menudo en secreto, para resolver los grandes problemas. Este tipo de arreglo desarrolló el régimen salarial fordista – que los frutos de la productividad industrial fueran compartidos entre el capital y el trabajo – y el efecto de arrastre del capitalismo de bienestar que lo acompañaba: los salarios solo podían subir, no bajar. Los salarios en constante aumento (el hecho de que el capital se volviera cada vez más barato en comparación con la mano de obra) proporcionaron un motor clave de crecimiento en las décadas doradas de expansión económica.

Que los salarios fueran irreversibles en términos monetarios – el efecto de arrastre – también tuvo un efecto positivo importante durante lo que Hyman Minsky llamó correctamente una crisis financiera: la llamada “crisis del petróleo” de la década de 1970. Durante esta crisis, la política monetaria de la Reserva Federal de EE. UU. bajo el liderazgo de Arthur F. Burns, de 1970 a 1978, fue expansiva, y el resultado final fue que el poder adquisitivo de los sueldos y salarios se mantuvo durante la crisis mientras las tasas de interés reales negativas forzaban a sacar dinero de los bancos y usarlo en inversiones productivas en la economía real. Los economistas neoclásicos, con su énfasis excesivo en la estabilidad monetaria en lugar de la estabilidad de la economía real (la “tiranía del nivel general de precios” de Keynes), tienden a ver a Burns como un fracaso. En comparación con lo que estamos viendo durante esta crisis financiera (la demanda se derrumba por la austeridad y el sector financiero se beneficia de la deflación de la deuda), la solución de Arthur F. Burns es mucho mejor. Burns fue alumno de Wesley Clair Mitchell, el teórico del ciclo económico, quien nuevamente fue alumno de Thorstein Veblen, quien con razón puede caracterizarse como un precursor de Keynes. (10)

Como economista de la vieja escuela institucional, Arthur Burns era consciente del riesgo de utilizar la economía del equilibrio cuando lo que realmente estaba sucediendo era algo completamente diferente, a saber, las causas acumulativas. Las palabras de Burns de 1954 se aplican extremadamente bien al mundo occidental actual:

“Las advertencias de un Marx, un Veblen o un Mitchell de que los economistas estaban descuidando los cambios en el mundo que se acumulaban a su alrededor, que las preocupaciones por los estados de equilibrio conducían a un trágico descuido de los principios del cambio cumulativo, no fueron escuchadas”. (11)

En todas partes la teoría económica llegó a seguir el mismo camino de menor resistencia matemática hacia el equilibrio como la única metáfora dominante: los factores clave que no podían ser formalizados y matematizados – los factores que determinan las diferencias cualitativas entre las actividades económicas del Apéndice 1 y los factores que crean las crisis financieras – quedaron fuera del edificio teórico de la economía. En la actualidad, las democracias occidentales han olvidado en gran medida cómo se enriquecieron sus propios países, y esta falta de conocimiento pone en peligro la recuperación.

Durante los años del triunfalismo occidental que siguieron a la caída del Muro de Berlín, todos los vestigios de la moderación capitalista, p. ej. los incluidos en las enseñanzas de Thorstein Veblen, John Maynard Keynes y Karl Polanyi fueron gradualmente abolidas. La crisis financiera actual es el resultado directo de una arrogancia intelectual en la que las cosas que no podían ser modeladas por las herramientas elegidas por la corriente principal gradualmente se consideraron irrelevantes. Las enormes rentas recaudadas hoy por el sector financiero son posibles gracias a los supuestos sobre los que se construye la economía neoclásica y que producen los “defectos” del modelo: las rentas que actualmente recauda el sector financiero son, en efecto, rentas basadas en suposiciones.

Ahora se reconoce generalmente que Hyman Minsky proporciona la mejor comprensión moderna de las crisis financieras. Pero cuando el expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, escribió un libro sobre la crisis de 1929 y la Gran Depresión hace unos años, mencionó a Hyman Minsky solo una vez, y eso solo para ningunearlo. Esto porque Minsky ‘tuvo que apartarse de la teoría del comportamiento económico racional’. (12) Durante los últimos 30-40 años ser un economista convencional ha significado no aceptar mecanismos que sin duda son de gran importancia, sobre la base de que estos mecanismos estaban en conflicto con los supuestos fundamentales de la teoría económica estándar. De esta manera, incluso las personas con la responsabilidad principal en el manejo de las crisis fueron aislándose gradualmente de las teorías más relevantes que las explicaban.

La economía neoclásica parte de supuestos de “competencia perfecta”, “información perfecta” y “previsión perfecta”. Esta es una situación en la que es difícil para una empresa ganar dinero, una situación que refleja la realidad de los países del Tercer Mundo más que la de los del Primer Mundo, incluida la suposición de rendimientos decrecientes. Sin entender que el capitalismo se trata de recaudar rentas basadas en la innovación, el Banco Mundial y el FMI pasaron casi 40 años destruyendo las rentas basadas en la producción en la periferia mundial, desde Perú pasando por Rusia hasta Mongolia y ahora el propio Occidente, mientras inclinaban el campo de juego hacia las rentas financieras. Las rentas industriales existentes fueron destruidas en gran medida por la prematura liberalización de shock, pero, como veremos en la Figura 6, esta política en cambio condujo a un rápido aumento de las rentas en el sector financiero.

La Figura 3 muestra cómo los salarios reales en Perú se redujeron a más de la mitad cuando el shock del libre comercio y la subsiguiente desindustrialización golpearon al país a partir de mediados de la década de 1970. Aquí también se inventó el vocabulario que ahora pertenece a la política de destrucción de salarios: en Perú, el año 1978 se denominó oficialmente el “Año de la Austeridad”. Vista desde las instituciones de Washington, la historia podría presentarse como una de éxito porque las exportaciones se estaban disparando. En realidad, el ingreso de la persona promedio se redujo a más de la mitad. También he documentado en detalle un proceso muy similar de desindustrialización y reducción a la mitad de los salarios reales en Mongolia a principios de la década de 1990. (13)

Actualmente, los mercados financieros se han derrumbado también en Occidente, e incluso Estados Unidos descubre que demasiado libre comercio ha socavado su base manufacturera y que la falta de poder adquisitivo del hombre común es un obstáculo principal para la recuperación y el aumento del empleo. En un intento por recuperarse, habiendo desaprendido la paradoja keynesiana esencial del ahorro, Occidente se embarcó en el mismo ataque basado en la austeridad sobre el poder adquisitivo y los niveles salariales que se había empleado anteriormente en Perú y otros países latinoamericanos y más tarde en el Segundo Mundo. Los resultados prometen ser tan devastadores para los salarios reales y el poder adquisitivo en Occidente como lo han sido en otros lugares.

La desindustrialización de gran parte de América Latina y de la pequeña industria que se había creado en África comenzó a mediados de la década de 1970. La desindustrialización del Segundo Mundo comenzó más de 20 años después, tras la caída del muro de Berlín. Una tercera ola de destrucción estuvo representada por las crisis financieras que comenzaron en Asia en el verano de 1997 y en Rusia en el verano de 1998. Estas crisis proporcionaron un ensayo general para las crisis que golpearían el núcleo capitalista, Estados Unidos y Europa Occidental, 10 años después. Un elemento importante en la Figura 3 es el aparente éxito de las exportaciones acompañado por el colapso de los salarios. En la periferia de la UE se puede observar ahora un patrón similar de aumento de las exportaciones acompañado de una caída de los salarios, que normalmente refleja un deterioro de los términos de intercambio.

Parte del mismo problema que la Crisis asiática fue el colapso de 1998 de Long-Term Capital Management (LTCM) en los Estados Unidos, perdiendo 4.600 millones de dólares en menos de 4 meses. Sin embargo, estas dos advertencias que muestran los mecanismos del colapso económico nunca fueron vistas como señales de que algo podría andar mal con el sistema y la teoría económicos. La crisis asiática fue vista como el resultado de los “valores asiáticos” y el “capitalismo de compinches”, no como una debilidad en la estructura del capitalismo o en la teoría económica. Los miembros de la junta directiva de LTCM incluían a Myron Scholes y Robert C. Merton, quienes, irónicamente, compartieron el Premio Nobel de Ciencias Económicas unos meses después de la Crisis asiática, en 1997. En lugar de ver las señales, la profesión económica dio ciegamente su recompensa más prestigiosa a los creadores de herramientas financieras que el gurú de las inversiones Warren Buffet llamaría más tarde ‘bombas de tiempo’ y ‘armas financieras de destrucción masiva’.

La Figura 4 muestra la destrucción de las estructuras productivas y los salarios reales en Rusia, a partir de la terapia de choque neoliberal de 1992. La producción industrial se redujo en más del 50 por ciento y los salarios reales en casi un 50 por ciento. Hay que tener en cuenta que la producción agrícola tuvo una caída destructiva similar. También es importante destacar el importante papel que debe haber jugado la enorme sobrevaluación del rublo. Solo con la devaluación masiva en el otoño de 1998, la producción y los salarios comenzaron a recuperarse.

En la década de 1930, la crisis se resolvió mediante “guerras comerciales” que crearon empleo. Durante la crisis actual, el equivalente son las “guerras de divisas”, que provocan principalmente ganancias financieras de la especulación. El daño creado a las estructuras productivas nacionales por tipos de cambio artificialmente altos, como en Grecia y otros países de la periferia de la UE, se puede leer en el gráfico ruso en la Figura 4. Esto contribuye aún más a un fenómeno discutido en la siguiente sección: el crecimiento del sector financiero como porcentaje del PIB a expensas del sector productivo.

¿Resurrección como feudalismo posindustrial?

La primera ola de destrucción de riqueza neoclásica golpeó a la mayor parte de América Latina a partir de mediados de la década de 1970. Al mismo tiempo, África comenzó a perder la pequeña industria que el continente había logrado construir. La segunda gran ola de destrucción golpeó al Segundo Mundo después de la caída del Muro de Berlín en 1989. La crisis económica de la Unión Europea [que comenzó a fines de 2009] se inició en los países bálticos, y fue causada fundamentalmente por el efecto a largo plazo de la severa desindustrialización de esos países que tuvo lugar a principios de la década de 1990, junto con la negativa a ajustar el tipo de cambio para salvar la estructura productiva y no para salvar los bancos. (16)

Ahora, aparentemente, un país tras otro en Europa, comenzando con Grecia, se convierten en víctimas del mismo patrón de desindustrialización y monedas sobrevaluadas. Es sorprendente que Alemania no parezca haber aprendido las lecciones sobre monedas sobrevaluadas que emergen tan claramente de la unificación de las dos Alemanias en 1990. Si bien el tipo de cambio de mercado entre westmark y ostmark, las monedas de Alemania Occidental y Oriental respectivamente, en ese momento era un westmark por tres ostmark, con la unificación los salarios se convirtieron a una tasa de uno a uno. Esto hizo que la actividad económica en la antigua Alemania Oriental no fuera competitiva, lo que a su vez a) obligó a la gente a trasladarse del Este al Oeste y b) hizo que el proceso de unificación (elevar el nivel de vida en el Este) fuera inmensamente costoso.

Solo unas pocas naciones fuera del núcleo del capitalismo, Europa occidental y Norteamérica, escaparon de las olas de destrucción de los años setenta y noventa. Solo ahora, con el fracaso de la economía dominante para distinguir claramente entre el sector financiero y la creación de riqueza real, Europa occidental y Norteamérica están siendo golpeadas por la acción destrucitva de la economía neoclásica. La Figura 5 muestra cómo los países BIC (Brasil, India y China) escaparon prácticamente ilesos del fundamentalismo del libre mercado y el impacto del libre comercio que acompañó a la caída del Muro de Berlín, lo que un autor denominó “el fin de la historia”. La experiencia de los países BIC contrasta marcadamente con la destrucción masiva del bienestar que golpeó a la URSS/Rusia.

La principal diferencia entre los países BIC (Brasil, India y China) por un lado y la URSS/Rusia por el otro radica en la velocidad de la liberalización comercial. India y China abrieron lentamente el sistema de protección industrial que había estado vigente desde fines de la década de 1940. Sin duda, tanto China como India habían protegido sus industrias durante demasiado tiempo. La diferencia en las curvas de la Figura 5 muestra, sin embargo, el riesgo extremo de abrirse también al libre comercio muy temprano en lugar de demasiado tarde.

El “milagro económico” de Brasil comenzó recién en la década de 1960 y principios de la de 1970, pero desde entonces tanto la economía brasileña como la ideología del desarrollo brasileño han estado desincronizadas con el resto del hemisferio occidental. Mientras que los países latinoamericanos más pequeños no pudieron escapar de las garras de un fundamentalismo de mercado que destruyó las capacidades estatales y las instituciones económicas que son necesarias para el desarrollo económico, Brasil salió relativamente ileso. Al igual que India y China, Brasil estaba protegido por la inercia institucional y una gran diversidad de economistas. Allí, el neoliberalismo se encontró con una masa crítica de resistencia por parte de economistas de otras convicciones distintas a la neoclásica. El enorme banco de desarrollo brasileño, BNDS, que ahora tiene una base de capital más grande que el Banco Mundial, sigue desempeñando un papel decisivo en el crecimiento de Brasil.

La Figura 5, que compara los países BRIC, indica que Rusia puede haber recuperado el territorio perdido. Sin embargo, los países que habían pasado por la terapia de choque de la desindustrialización continuaron en un camino de crecimiento diferente al anterior, independientemente de ser una economía anteriormente capitalista o anteriormente planificada. La destrucción masiva de la industria destruyó las rentas de un gran número de trabajadores industriales y empleados de oficina de clase media. El PIB de estos países desindustrializados pasó por una transformación estructural en la que los salarios y los ingresos de los trabajadores independientes se redujeron radicalmente como porcentaje del PIB, mientras que el sector FIRE (Finance, Insurance, and Real Estate, o finanzas, seguros y bienes raíces) creció rápidamente. La Figura 6 muestra esta redistribución nacional del ingreso desde el trabajo al capital en el caso de Perú. Este es un patrón de distribución del ingreso que recuerda más al feudalismo que a una sociedad industrial, y que esconde enormes problemas sociales.

En muchos sentidos, Estados Unidos puede ser visto como el prototipo de Estado desarrollista exitoso. El economista estadounidense Henry Carey (1793–1879) insistió en que comerciar demasiado con Gran Bretaña impediría que Estados Unidos disfrutara de las bondades del futuro cambio tecnológico. Carey también ideó lo que llamó un “mapa de productos básicos”, que ilustra cómo la presencia de un sector manufacturero cambia la forma en que se distribuyen los ingresos dentro de una nación. El mapa de Carey, que también podría haber sido llamado un mapa de “sinergia de desarrollo”, es una ilustración de la observación de siglos de antigüedad de los efectos de un sector manufacturero. Hoy, el mapa puede usarse para explicar los mecanismos que llevaron a los cambios estructurales en la distribución del ingreso que observamos en Perú en la Figura 6, los mecanismos por los cuales las políticas del Consenso de Washington aumentaron la pobreza en la periferia mundial. Sugiero que la Figura 6 también puede representar el cambio estructural que está teniendo lugar actualmente en Occidente, y que ocurrió con la gran caída del PIB ruso que se muestra en la Figura 4. La resurrección rusa del crecimiento estuvo acompañada por una nueva distribución del ingreso donde el sector FIRE había crecido mucho.

La Figura 7 representa el desglose del valor típico de un dólar en bienes, es decir, un indicador de lo que llamaríamos producción o PIB. La altura del gráfico representa el 100 por ciento del PIB. Carey muestra cuán diferente era la composición del PIB en el este desarrollado en comparación con el oeste subdesarrollado de los Estados Unidos en ese momento; el gráfico indica cómo cambia la composición de la producción a medida que uno se mueve gradualmente de Boston a St. Louis, de derecha a izquierda en la figura – o viceversa. El desarrollo económico, que aumenta la división del trabajo y la manufactura, se representa al moverse hacia el este desde St. Louis, Missouri, hacia Boston. La pobreza y el atraso crecen a medida que uno se mueve al oeste desde Boston a St. Louis. St. Louis representa así la situación en el mundo subdesarrollado o la periferia de hoy. Aquí, las materias primas – p. ej. algodón o ganado – se producen; la tierra es abundante y barata, la mano de obra no calificada y barata, las tareas son simples y la división del trabajo es limitada. En tales condiciones, dice Carey, las ganancias representan una gran parte del PIB.

El este de EE. UU., Boston, representa el mundo desarrollado de hoy con una gran división del trabajo que agrega mucho valor a una base de materias primas. En el este, en contraste con el oeste subdesarrollado de 1858, una multitud de trabajadores combina sus esfuerzos dentro de una compleja división social del trabajo para convertir las materias primas en productos cada vez más sofisticados. Se requieren más habilidades, los rendimientos crecientes crean mayores ganancias y mayores barreras de entrada. Aquí, los salarios y las rentas forman una parte mucho más grande del valor de los productos, mientras que las ganancias se reducen a un porcentaje menor del PIB. Las terapias de choque de América Latina a Rusia y Mongolia crearon un cambio económico estructural que corresponde al viaje de Boston a St. Louis en el diagrama de Carey.

Si una nación debe moverse con el tiempo de Boston a St. Louis, eso significa deshacer las sinergias del desarrollo, revirtiendo la masa crítica que crea riqueza, en cierto sentido viajando desde el capitalismo hacia atrás en el tiempo hacia algo parecido al feudalismo en una variedad postindustrial. Este gráfico de más de 150 años muestra cómo las políticas del Consenso de Washington que comenzaron a fines de la década de 1970 han producido el mismo efecto regresivo que Henry Carey afirma al pasar de Boston a St. Louis lo habría hecho en 1858: los salarios como porcentaje del PIB se hundieron lentamente, mientras que las rentas y las ganancias (el sector FIRE: finanzas, seguros y bienes raíces) crecieron en forma correspondiente.

La solución: vuelta a lo básico, resucitando el canon alternativo de la economía

Quizás la mejor metáfora de la situación económica actual en Occidente es la del Tío Rico de Walt Disney y su depósito de dinero improductivo (a lo que la Biblia se refiere como “Mammón”) representando una parte creciente del sector financiero. El dinero del Tío Rico está inactivo y solo lo usa para nadar. Imagine al Tío Rico prestando dinero a Grecia y otros países, y los pagos de la deuda, al mismo tiempo que causan que la economía griega se contraiga, solo acumulándose como un contenedor más grande de dinero en el que nada el Tío Rico. En la actualidad, nuestros esfuerzos para “salvar” a Grecia y otros países solo provocan transferencias de dinero de un contenedor de dinero inactivo a otro: no llega a Grecia y a su gente, a quienes pretendemos salvar. Como dijo Francis Bacon hace ya 400 años: “El dinero es como el estiércol, no es bueno a menos que se esparza”.

La economía neoclásica, sin distinguir entre la economía financiera y la economía real, tiende a ver esta destrucción de la riqueza real y la acumulación de capital ocioso simplemente como una actividad de mercado inocua. En la práctica, el neoliberalismo significó que el capital financiero secuestrara la retórica del mercado para recrear lo que parece estar convirtiéndose en una versión moderna de la esclavitud de la deuda. Este es el mismo problema que la democracia no pudo manejar en la década de 1930. Karl Polanyi sugiere que los sistemas que surgieron durante la crisis de la década de 1930 fueron similares solo en el hecho de que ignoraron los principios del laissez-faire. De hecho, podemos observar que lo más importante que tenían en común el comunismo, el fascismo y el New Deal de Roosevelt era que todos vieron la necesidad de reinar en el sector financiero para convertirse en el sirviente y no en el amo del desarrollo capitalista.

La situación que enfrenta el mundo también es similar en muchos aspectos a la que enfrentó el mundo en el año revolucionario de 1848. La economía de libre comercio había triunfado en 1846 con la derogación de las Leyes del Maíz, pero la victoria iba a ser de corta duración. Problemas sociales generalizados y una crisis financiera masiva en 1847 habían preparado el terreno para revoluciones en todos los grandes países europeos con la excepción de Inglaterra y Rusia, en 1848. El enemigo entonces era el liberalismo de Manchester basado en las teorías de libre comercio de David Ricardo, un movimiento muy similar al neoliberalismo actual. Tanto el liberalismo de Manchester como el neoliberalismo amenazan con deshacer las sinergias creadoras de riqueza de una economía industrializada.

Las revoluciones de 1848 produjeron dos posiciones políticas extremas, dos utopías: el comunismo y el liberalismo de Manchester. Pero a mediados de la década de 1890, la profesión económica en Europa se había deshecho de ambos extremos políticos. La victoria del término medio fue bien descrita por el economista alemán Gustav Schmoller en su discurso inaugural de 1897 como Rector de la Universidad de Berlín:

El optimismo simplista del ‘laissez-faire’ y la apelación infantil y frívola a la revolución, la esperanza ingenua de que la tiranía del proletariado conduciría a la felicidad mundial, mostraban cada vez más su verdadera naturaleza, eran gemelos de un racionalismo ahistórico… Las viejas doctrinas de la ley natural individualista se transformaron del idealismo humanista de un Adam Smith al mammonismo duro de la Escuela de Manchester y (fueron inútiles para la situación actual) … El período 1870-1890 condujo a la quiebra teórica y práctica de ambas viejas escuelas”.

Nuevamente, la tarea es recuperar el término medio. De los tres sistemas políticos que controlaron el capital financiero durante la década de 1930, el comunismo, el fascismo y el New Deal, no hay duda de cuál elegiría la mayoría de la gente hoy en día. Pero, ¿es esa una opción mientras la economía neoclásica, los tontos útiles del sector financiero, virtualmente monopoliza las universidades occidentales? A partir de la década de 1970, el neoliberalismo, la ‘Escuela de Manchester’, mostró una vez más sus poderes destructivos. Después de oleadas de acción destructiva, primero en el Tercer Mundo, luego en el Segundo, exmundo comunista, le ha llegado el turno al Primer Mundo, a Occidente mismo. Nuevamente deberíamos recordar la lección de Gustav Schmoller y la Escuela Histórica de Economía que fundó, la escuela que creó el estado de bienestar de Europa Occidental. Varias ruedas no tienen que ser reinventadas. Los principios de la Carta de La Habana, aprobada por unanimidad por los miembros de las Naciones Unidas en 1948, también pueden servir en el contexto actual como modelo para un orden económico mundial que cree, en lugar de destruir, bienestar masivo.

En el triunfalismo que siguió a la caída del Muro de Berlín, tanto el término medio político como sus exitosas herramientas para la creación de bienestar se perdieron ante una teoría económica basada en gran medida en lo que Schumpeter describió como el vicio ricardiano: aplicar abstracciones severamente simplificadas a la solución de problemas prácticos. O, como lo llama mi colega Wolfgang Drechsler: “irrelevancia como metodología”.

Si se quiere recuperar el Sueño Americano, no se puede hacer sin resucitar el tipo de comprensión económica que, a partir de 1820, creó la industrialización estadounidense, pero en un contexto nuevo y actual. Un lugar para comenzar a comprender lo que salió mal en Europa es contrastar la integración gradual y exitosa de España en la UE durante la década de 1980, basada en los principios de Friedrich List, con el fracaso de las terapias de choque desindustrializadoras aplicadas primero a los países bálticos en la década de 1990, y luego con la integración de la UE en 2004.

Hay un término medio político que recuperar, y con él otro canon de la economía que el representado por la economía neoclásica y el Consenso de Washington. Este canon basado en la experiencia también debe – como lo hicieron Schumpeter y muchos otros – distinguir la economía real del sector financiero, dado que, si no se regula, la simbiosis que existe en los buenos tiempos entre el sector financiero y la economía real puede convertirse en una situación donde el sector financiero ya no agrega valor a la economía real, sino que destruye valor parasitariamente, como lo están experimentando ahora países desde Grecia hasta los Estados Unidos. (18) En esta otra tradición canónica, las actividades económicas son cualitativamente diferentes, y esta comprensión forma la base necesaria para crear riqueza nacional. Es necesario redescubrir, resucitar y aplicar a la política económica toda una tradición, una forma de pensar cualitativamente diferente.

Apéndice 1: Actividades económicas schumpeterianas y maltusianas

Características de las actividades schumpeterianas (=actividades exportadoras “positivas”)


Rendimientos crecientes

Competencia imperfecta dinámica (búsqueda de rentas)

Precios estables

Mano de obra generalmente calificada

Crea una clase media

Salarios irreversibles (“pegajosos” o difíciles de bajar)

El cambio técnico conduce a sueldos más altos para el productor (“régimen salarial fordista”)

Crea grandes sinergias (vínculos, clusters)

Características de las actividades maltusianas (=actividades exportadoras “negativas” si no hay un sector schumpeteriano)

Rendimientos decrecientes

‘Competencia perfecta’ (competencia a través de materias primas)

Fluctuaciones extremas de precios

Mano de obra generalmente no calificada

Crea una estructura de clase “feudal”

Salarios reversibles


El cambio técnico tiende a precios más bajos para el consumidor


Crea pocas sinergias

Fuente: Reinert (2007)

Notas

(*) Dicho que alude a pagar las consecuencias, habitualmente negativas, de un actuar previo. (N. del T)

(1) http://www.oecd.org/document/10/0,3746,en_2649_201185_1876938_1_1_1_1,00.html (cursiva añadida). La idea de Marshall se mantiene. Un elemento común importante en los aproximadamente 50 estados fallidos o que están fallando en la actualidad es que la industria manufacturera contribuye a menos del seis por ciento del PIB (ver Reinert, Kattel & Amaïzo citado a continuación).

(2) Para una discusión, ver Kattel, Rainer, Jan Kregel y Erik S. Reinert. Ragnar Nurkse (1907-2007): Classical Development Economics and its Relevance for Today. London: Anthem Other Canon Series, 2009.

(3) http://www.nsf.gov/od/lpa/nsf50/vbush1945.htm#transmittal

(4) Goldthwaite, Richard (2009). The Economy of Renaissance Florence. Baltimore: Johns Hopkins University Press, pp. 6-8.

(5) Reinert, Sophus. Translating Empire, Emulation and the Origins of Political Economy, Cambridge, MA, Harvard University Press, 2011.

(6) Reinert, Erik S., Yves Ekoué Amaïzo y Rainer Kattel. ‘The Economics of Failed, Failing and Fragile
States: Productive Structure as the Missing Link’, en Kahn, Shahrukh Rafi y Jens Christiansen. Towards New Developmentalism: Market as Means Rather Than Master, London: Routledge, 2010, pp. 59-86. Borrador: http://tg.deca.ee/eng/working_papers/

(7) Serra, Antonio. A ‘Short Treatise’ on the Wealth and Poverty of Nations (1613), ed. Sophus A. Reinert, London: Anthem Other Canon Series, 2011.

(8) Szporluk, Roman. Communism and Nationalism: Karl Marx Versus Friedrich List, Oxford: Oxford
University Press, 1991.

(9) Citado en Reder, Melvin. Economics. The Culture of a Controversial Science, Chicago: University of Chicago Press, 1999, p. 6

(10) Ver L. Randall Wray, “Veblen’s Theory of Business Enterprise and Keynes’ Monetary Theory of
Production”, en Reinert, Erik S. y Francesca Viano (eds.), Thorstein Veblen: Economics for an Age of Crises, London: Anthem Other Canon Series, 2012.

(11) Arthur F. Burns. The Frontiers of Economic Knowledge, Princeton: Princeton University Press, 1954, p. 46.

(12) Bernanke, Ben S. (ed.). Essays on the Great Depression. Princeton: Princeton University Press,
2000, p. 43.

(13) Reinert, Erik S., ‘Globalisation in the Periphery as a Morgenthau Plan: The Underdevelopment of Mongolia in the 1990’s’, en Reinert, Erik (ed.), Globalization, Economic Development and Inequality: An Alternative Perspective, Cheltenham: Edward Elgar, 2004, pp. 157-214.
http://www.othercanon.org/papers/

(14) Reinert, Erik S. How Rich Countries got Rich… and Why Poor Countries Stay Poor, London:
Constable, 2007.

(15) Reinert, Erik S. y Rainer Kattel (2010), ‘Modernizing Russia: Round III. Russia and the other BRIC
countries: forging ahead, catching up or falling behind?’
http://tg.deca.ee/files/main/2010090707562222.pdf

(16) Reinert, Erik S. y Rainer Kattel (2007). ’European Eastern Enlargement as Europe’s Attempted
Economic Suicide? http://tg.deca.ee/files/main//2007070309122525.pdf

(17) Fuente: Perelman, Michael (2002). ‘The Comparative Sociology of Environmental Economics in the Works of Henry Carey and Karl Marx’, History of Economics Review, 36, Summer: 85-110.

(18) Ver Reinert, Erik S. ‘Mechanisms of Financial Crises in Growth and Collapse: Hammurabi,
Schumpeter, Perez, and Minsky’, Malaysian Journal of Economics (Jurnal Ekonomi Malaysia),
2012. Borrador: http://tg.deca.ee/files/main//2012040412332727.pdf


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