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RESEÑA: TIERRA Y PUEBLO DE CARLOS VIDELA. Por Jorge Fuentes

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Carlos Videla ha escrito un interesante libro titulado Tierra y Pueblo. La ideología del nacionalismo chileno a través de su historia (Ignacio Carrera Pinto Ediciones, 2019). Este libro pretende estudiar el campo del nacionalismo doctrinario en Chile durante el siglo XX. Como señala Videla: “Tierra y Pueblo, el título de esta investigación, tiene relación con la matriz ideológica del nacionalismo. La tierra como el marco desde donde surge el hombre, la unión de cielo y tierra, alma y cuerpo, las estrellas de la patria y la geografía sacra que nos da identidad. El Pueblo como la experiencia de vivir en comunidad, las generaciones que han permitido el surgimiento, la herencia que nos determina y proyecta los anhelos comunes para construir devenir histórico. Desde ahí se construyó el sistema teórico de la ideología nacionalista, doctrina y filosofía política fundada en lo real, en la experiencia de vivir, en los atavismos más propios del hombre y en el orden natural” (p. 7).

El nacionalismo ideológico nació a principios del siglo XX. Fue “una reacción en contra de la hegemonía del sistema de valores burgueses que para ese entonces ya dominaba todos los campos político-culturales de Occidente” (p. 10). “La Gran Política del nacionalismo por tanto, es la creación de un nuevo tipo de Estado, una alternativa al Estado liberal hegemónico sin caer en la trampa de la matriz ideológica marxista. Un estado que conduzca a una comunidad para transformarla en Nación. Por esta razón el nacionalismo es revolucionario en cuanto se rebela al sistema de dominación fragmentario y globalista actual” (p. 11).

Francisco Antonio Encina

Videla traza todo un linaje de ideólogos del nacionalismo, partiendo por la “Generación del Centenario” (que actuaron alrededor de 1910). Algunos de ellos son Nicolás Palacios (1856-1911), Alberto Edwards (1874-1932), Francisco Antonio Encina (1874-1965), Guillermo Subercaseaux (1872-1959), quien fue jefe del primer partido nacionalista, la Unión Nacionalista, fundada en 1913, que en 1916 pasó a llamarse Partido Nacionalista.

Otra etapa importante en el nacionalismo comienza en 1932, cuando el ex comandante en jefe del Ejército general Francisco Javier Díaz Valderrama fundó Acción Nacionalista de Chile. Este planteaba un nacionalismo democrático, socialista y proteccionista, y también planteaba la unión panamericana. Muy luego Díaz se integró al Movimiento Nacional Socialista de Chile.

Y llegamos al principal partido nacionalista que ha tenido Chile. Es el Movimiento Nacional Socialista de Chile, que fue fundado en 1932 por Jorge González (1900-1962) y Carlos Keller (1898-1974). El MNS fue un partido de masas, fundamentado en la acción y que tenía como modelo el Estado portaliano y corporativo. El 5 de septiembre de 1938 fueron asesinados 59 jóvenes nacistas en la masacre del Seguro Obrero. Luego de esa masacre el MNS se transformó en Vanguardia Popular Socialista (1939-1942) y tuvo una clara orientación izquierdista, pero finalmente se disolvió.

Videla plantea que otra corriente del nacionalismo doctrinario fue la representada por el nacional cristianismo. El principal representante de esta corriente fue el historiador Jaime Eyzaguirre (1908-1968) y su revista Estudios (1932-1957). En esta revista se defendían posturas corporativistas, antiliberales e hispanistas. Otro representante del nacional cristianismo fue Jorge Prat Echaurren (1918-1971), que fundó la revista Estanquero (1946-1954). Esta revista se caracterizaba por ser portaliana, anticomunista, y nacionalista hispanista continental.

Luego, el autor nos habla del Partido Agrario Laborista (1945-1957). La principal etapa de este partido fue en la presidencia de Guillermo Izquierdo Araya entre 1953 y 1957. El PAL defendía el nacionalismo portaliano; un corporativismo autónomo del Estado; el capitalismo popular; y la reforma agraria para crear muchos nuevos propietarios.

Después, la historia del nacionalismo se vuelve una historia de pequeños grupúsculos que no logran tener representación parlamentaria. Entre otros, el Movimiento Revolucionario Nacionalsindicalista nacido en 1952 y liderado por Ramón Callís. Este grupo tenía una directa inspiración del nacionalsindicalismo español y un claro perfil católico e hispanista. Otro grupo fue el Partido de Acción Nacional (1963-1966), liderado por Jorge Prat y que sirvió de soporte a su campaña presidencial de 1964. Finalmente, se fusiona con la derecha y en 1967 Jorge Prat decide alejarse de la política.

Jorge González von Marées

Como señala Erwin Robertson en un interesante anexo final del libro, “a partir de 1970 el nacionalismo se confundió en el hecho con el anticomunismo y la derecha” (p. 287). Y después del golpe militar casi todo el nacionalismo se volvió pinochetista, por lo que hay muy poco que rescatar de ese período. Los grupos nacionalistas disidentes y revolucionarios fueron muy marginales. Tal vez el grupo más notable fue el Centro de Estudios por una Alternativa Iberoamericana (1978-1988), dirigido por Erwin Robertson. Y en 1988 nació Ciudad de los Césares, revista de política y cultura alternativas, dirigida por Robertson y en la cual tienen presencia autores de diversos orígenes como: Julius Evola, Miguel Serrano, Alain de Benoist, etc. Robertson señala que “Ciudad de los Césares es, política y culturalmente, más radical de lo que ha sido el nacionalismo en Chile” (p. 292).

Como muy bien señala Videla, tal vez lo único que puede considerarse relevante en este período negro del nacionalismo es la presencia de dos intelectuales que, durante el Régimen Militar, se destacaron por expresar, a través de una obra potente y original, un nacionalismo disidente. Nos referimos a Mario Góngora (1915-1985) y Miguel Serrano (1917-2009). Góngora, en un libro fundamental, Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, publicado en 1981, señala que “el Estado es la matriz de la nacionalidad”. Este libro es una “meditación nacionalista de la historia de Chile” (p. 229). Y Serrano desarrolló una obra en torno al nacionalismo telúrico y el despertar de los Dioses. Sin lugar a dudas, estos dos autores nos pueden enseñar muchísimo más que todos los textos y manifiestos de los grupúsculos nacionalistas de esa época.

Destacable es el esfuerzo de Videla para darnos esta panorámica del nacionalismo doctrinario chileno del siglo XX. Muy recomendable su lectura.

(Originalmente publicado en Ciudad de Los Césares número 123, año 2020)

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